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viernes, 28 de marzo de 2014

Cinco cómics para iniciarse con el Capitán América


Hoy se estrena en los cines de toda España la nueva película del Capitán América, creado por Joe Simon y Jack Kirby. Un superhéroe que ha acumulado setenta años de historias, por lo que muchas veces resulta apabullante intentar acercarse. Por eso he querido seleccionar cinco cómics que creo que pueden servir para una primera toma de contacto con el personaje de Marvel Cómics.

‘Capitán América: Soldado de Invierno’


Comenzamos con el cómic cuyo argumento sirve de premisa a la película. Ed Brubaker empezó su aclamada etapa al frente de las aventuras del Capitán América enfrentando al Super Soldado contra un legendario asesino entrenado por el bloque soviético. No quiero desvelar mucho más ya que el origen de este Soldado de Invierno está muy relacionado con los años del Capi en el frente aliado. Junto con Steve Epting, Bru comienza a elaborar una intrincada spy-fiction con el fantasma del pasado rondando.

‘Las aventuras del Capitán América. Centinela de la libertad’

Aquí he de reconocer que la nostalgia me puede ya que ‘Centinela de la libertad’ es el primer cómic del Capitán América que leí y uno de los primeros de superhéroes que tuve el placer de devorar. Una historia, realizada con motivo del cincuenta aniversario del personaje, en la que Fabian Nicieza y Kevin Maguire realizan un asombroso repaso a la historia del super soldado. Lamentablemente me temo que está descatalogadísimo.

‘Ultimates 1’


Si bien esta no es una historia del Capitán América en solitario, ya que es la formación de ‘Los Vengadores’ del universo Ultimate, creo que pocas veces se ha retratado al “hombre fuera del tiempo” que es Steve Rogers como Mark Millar en la primera saga de ‘Los Ultimates’.

La verdad


Principios de la década pasada fue una época de cambios de dirección artística y de estilos en Marvel, fue una época de historias atrevidas… la mayoría promovidas por el recién contratado Axel Alonso, que venía de Vertigo y que decidió crear historias dando rienda suelta a los autores. ‘Capitán América: La verdad’ es una historia en la que Kyle Baker nos cuenta los primeros experimentos fallidos con el suero supersoldado con soldados afroamericanos, presentándonos la historia de Isaiah Bradley, el primer Capitán América.

Dimension Z’

Y para terminar ¿qué mejor que recomendar lo que se está haciendo hoy en día con el personaje? Rick Remender ha comenzado hace poco más de un año ha narrar las aventuras de Capitán América y el inicio ha sido inmejorable, trasladando al héroe a la misteriosa Dimensión Z, elaborada por Arnim Zola. Una saga de aventuras con deliciosos toques de pulp y ciencia ficción de los cuarenta dibujada por un John Romita Jr. en plena forma.




Taquilla española:'Ocho apellidos vascos'



La que están liando. ‘Ocho apellidos vascos’ (Emilio Martínez-Lázaro, 2014) no solo continúa en la cima de la taquilla española sino que aumentó su recaudación en un 57% durante el pasado fin de semana, un dato inaudito. La comedia protagonizada por Dani Rovira, Clara Lago, Carmen Machi y Karra Elejalde acumula ya cerca de nueve millones de euros tras solo dos semanas en cartelera. IMPRESIONANTE. Tanto que Telecinco ya ha puesto en marcha una segunda parte con el mismo equipo creativo de este inesperado éxito.



Y de nuevo, no es que haya una oferta escasa en los cines actualmente. El pasado viernes se estrenaron propuestas tan interesantes como ‘El Gran Hotel Budapest’ (‘The Grand Budapest Hotel’, Wes Anderson, 2014) y ‘Non-Stop: Sin escalas’ (‘Non-Stop’, Jaume Collet-Serra, 2014). Ha sido una semana extraña porque el título comercialmente más potente del fin de semana, el nuevo thriller de acción con Liam Neeson —número 1 en el box office de Estados Unidos—, no ha llamado la atención y tiene que conformarse con la quinta plaza del top 10. Supongo que su público prefirió reírse un rato…

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'El Gran Hotel Budapest', cuestión de modales



En el país imaginario de Zubrowka, un escritor (Jude Law) oye a Zero Muhammad (F. Murray Abraham) relatar su juventud, cuando fue un botones del Gran Hotel Budapest, que ahora posee. Entonces, siendo un refugiado de guerra (Tony Revolori) encontró en la figura de Monsieur Gustave (Ralph Fiennes) un guía y también algunos de los mejores días de su vida.

La última y mejor película de Wes Anderson desde ‘Academia Rushmore’ (Rushmore, 1998) supone una gran noticia. Pese a estar rodeado de tediosos vindicadores, que han preferido la hipérbole al razonamiento, el cineasta ha encontrado una historia con la que explorar nuevos territorios e incluso temas. Resulta curioso ver como la Historia ha interesado de manera parecida a Wes Anderson y Quentin Tarantino, creadores, casi siempre, de mundos solipsistas, deliberadamente exentos de experiencia real.

En una entrevista excelente, el cineasta francés Arnaud Desplechin notó los parecidos entre ambos creadores, en principio disímiles por la diferencia entre las superfícies que tratan (mundos amables, de burguesía decadente y huidiza frente a los antihéroes sacados de novelas pulp e insertados en algún olvidado subgénero cinematográfico).

Pero lo cierto es que los parecidos existen y parece que en su madurez, ambos cineastas han encontrado en las piezas de época un estímulo para sus imaginaciones. ‘Malditos Bastardos’ (Inglourious Basterds, 2009) es razonablemente inferior a la sofisticadísima ‘Django Desencadenado’ (Django Unchained, 2012), pero ambas funcionan como experimento progresivamente mejorado, hasta alcanzar un formidable estudio de relación de personajes.

Curiosamente, lo mismo sucede con ‘El Gran Hotel Budapest’ (The Grand Budapest Hotel, 2014) frente a ‘Moonrise Kingdom’ (id, 2012). Esta última era un encantador romance adolescente, relato iniciático situado en los años sesenta y reinterpretado bajo códigos andersonianos, pero apenas parece un bosquejo de esta audaz y atrevida película, una de las más sofisticadas que he visto en mucho tiempo en salas y seguramente la más firme candidata a clásico de la filmografía de su director. En este sentido, coincido más con Sergio Benítez que con la moderada opinión (aunque también positiva) de Lucía Ros.

Ralph Fiennes se desvela como la mejor elección consciente que ha hecho Anderson desde el Gene Hackman de ‘Los Tenenbaum: Una família de genios’ (The Royal Tenenbaums, 2001), otro actor de amplia experiencia y notoriedad que en manos de Anderson ofreció una versión inédita y dandy de sus registros. A su lado, un estupendo reparto donde el debutante Tony Revolori se ofrece como versión oriental y adorable de la mímica de Buster Keaton y Saoirse Ronan ejerce de inevitable femme andersoniana: ojos mapaches y personalidad audaz.

Entre las otras estrellas que ofrecen giros cómicos están Willem Dafoe, como un matón de cinco anillos, Edward Norton, de militar de buen corazón, y un divertidísimo Adrien Brody, siendo el vástago resentido de una millonaria.

Como sucede siempre en Anderson, sus colaboradores son parte inestimable y clave de su resultado. En este caso, la fotografía de Robert Yeoman, la deliciosa y elaboradísima banda sonora a cargo de Alexander Desplat y el diseño de objetos de Anne Atkins son parte orgánica de su trabajo.

Se ha hablado, con cierta inutilidad, del (sentido, no me cabe duda) homenaje que rinde la película al escritor Stefan Zweig. No dudo del corazón, sino de la cabeza: Anderson no ha sido un cineasta que busque ambiciones plenamente literarias porque nunca indaga en sus temas, y su cine es, ante todo, una cuestión de formas o, como sucede a muchos de sus personajes, una cuestión de modales. Es una gran noticia: este misterio hitchockiano demuestra que en modales, Anderson puede encontrar pocos discutidores.

Perplejidad y nostalgia



Y en esta cuestión de modales, caben nuevas y bienvenidas influencias. A su repertorio habitual de planos centrales, simétricos, escenografía cuidada y diseño de producción que nos permite visitar los decorados como felices observadores de una casa de muñecas, se suma un sentido del humor digno del más excelso Noel Coward y hasta un epílogo que bien parece hecho en arrabales cercanos al genio cómico (insuperado, naturalmente) de Ernest Lubitsch. Incluso Jeff Goldblum, convertido en un Tornasol cortesía de juego de luces, hace soñar con el Tintín andersoniano como una posibilidad.

Al final de la película termina también la lectura, Anderson, acostumbrado a organizar sus mejores relatos de manera episódica, otro rasgo que comparte con Tarantino, ofrece la más delicada (y sorprendente) elipsis justo cuando llega el horror – en un inocente, nada pretencioso blanco y negro. Es demasiado no solamente para el propio cineasta sino para sus criaturas lidiar con la llegada de la Historia: seguramente, la película sea un viaje a los territorios mentirosos de la memoria, repleta de frutos, a veces sombríos y otras dulces.



Fuente blogdecine.com

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